lunes, 28 de julio de 2014

Violencia, homofobia y psicoanálisis: entre lo secreto y lo público.

Violencia, homofobia y psicoanálisis



En sociedades con modelos binarios de distribución del poder (por ejemplo, hombre/mujer; heterosexual/homosexual, blanco/no-blanco), ciertas prácticas son discriminatorias porque apuntan a la subordinación de quienes se perciben como diferentes o disidentes y ciertas prácticas son excluyentes porque apuntan a suprimir las diferencias del paisaje social.
En diferentes lugares y momentos históricos, las prácticas discriminatorias y las prácticas excluyentes se dan en un continuum y los usos de la violencia jerárquica y excluyente pueden coincidir, intercalarse o superponerse entre ellas.

Freud mostró cómo los niños, en un momento cero, son perversos polimorfos, esto es, su pulsionalidad se encuentra desperdigada en todas direcciones y es con el desarrollo, con la interacción con los adultos, que aparecen los objetos específicos. En términos de lo sexual, el niño aprenderá que le gusta el mismo sexo, o el otro, o ambos. Pero si lo simbólico no se desarrolla, si la implantación del lenguaje falla, esa pulsionalidad retorna como algo externo y aterrorizante. El goce se materializa bajo la forma de los delirios y las alucinaciones. Es lo real hecho evento concreto, hecho realidad apocalíptica.

Acá tenemos entonces, la forma más básica y primitiva de la homofobia: el terror a la propia pulsionalidad proyectado sobre los otros. A las personas estructuradas de este modo, presas de esta posición, las podemos reconocer porque evidencian lo que se llama la certeza psicótica: “saben” de manera plena y absoluta lo que es bueno y lo que es malo, y pueden dar explicaciones articuladas para fundamentarlo pero, atención, esa fundamentación es absurda y mezcla elementos de la realidad que no poseen relación alguna (confunden la gimnasia con la magnesia, podría decirse). Como todo delirio, sus teorías y explicaciones no resisten la prueba de la realidad, por un lado, y por el otro, son impermeables a ella.
Así, los homofobicos con estructura psicótica están más allá del diálogo, no hay conversación que valga para expandir sus horizontes; viven en un mundo aparte, compuesto de delirios y/o alucinaciones, las formas extremas de la distorsión de la realidad.

En resumen, los homofóbicos en este grupo hacen cuerpo la “voluntad de exterminio”. Como Hitler con los judíos, la homofobia psicótica busca aniquilar a un objeto que se percibe como amenazante y destructivo. Sólo imaginen lo que Benedicto XVI propondría si estuviésemos en la Edad Media.
Por eso se necesita un marco legal claro respecto protección a la diversidad y castigo a los crímenes de odio. Los psicóticos están fuera de la Ley, y por eso debemos crear sociedades con un fuerte marco simbólico que, si bien no puede contenerlos como individuos, puede prevenir y sancionar sus actos. Como recomendación práctica, frente a un psicótico lo que queda es protegerse y crear un entorno que los mantenga a raya. Son ellos los que necesitan un cerco que les impida dar rienda suelta a su locura.

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